Espero me permitan hablar de este tema con estos términos. Menciono la palabra juego, porque así lo tratan. Se
hacen fullerías y se pasa a la siguiente casilla sin responder las preguntas de
las cartas; porque muchas instrucciones están definidas y se hace caso omiso de
ellas.
España introdujo en la legislación la evaluación económica
como un modo de financiación selectiva de medicamentos, siendo pionero en la
elaboración de guías de estandarización metodológica, y aumentando
significativamente el número de estudios de evaluación económica. Sin embargo
no hay una verdadera voluntad política de utilizar éstos métodos para la
introducción de nuevos fármacos en la financiación con fondos públicos.
Existe un creciente interés por los estudios de evaluación
económica, pero éstos no se acompañan de un aumento de la calidad ni de rigor
metodológico. Hay mucha confusión en los términos que se utilizan y poca
experiencia de los editores e investigadores de revistas que incluyen esto
estudios, perpetuando así la mala calidad. Por ello es necesario conocer algunos conceptos básicos de una evaluación económica, debiendo profundizar más, aquellos profesionales que se relacionan con estos estudios.
Nos situamos en un marco, en un tablero de juego llamado farmacoeconomía.
Se gana al cumplir el siguiente objetivo: determinar qué fármaco produce
mejores resultados para la salud según los recursos invertidos, una vez identificados,
medidos y comparados los costes riesgos y beneficios de los programas,
servicios o terapias.
Para salir de la casilla de salida primero hay que formular
una pregunta bien definida, que
incluya las alternativas comparadas, la perspectiva (a quién interesa la
respuesta a la pregunta planteada) y las características de los pacientes
(edad, sexo, tipo…) y de su patología (criterios diagnósticos, subtipos, gravedad…)
En este primer punto de alternativas comparadas, los
participantes suelen hacer trampas al evaluar sin comparación. Lo correcto
sería hacer una comparación considerándose todas las alternativas relevantes.
Esta tarea puede representarse gráficamente a través de árboles de decisión o
modelos de tratamiento. Es muy recomendable el uso de análisis de decisión
donde se calculan las distintas probabilidades de éxito con las diferentes
alternativas, junto con el cálculo de sus costes.
El análisis de la perspectiva es uno de los puntos más
importantes. La perspectiva puede ser a través del paciente, la sociedad, el
hospital, las autoridades sanitarias o los comités terapéuticos. Y ésta
determinará el tipo de estudio farmacoeconómico a utilizar y tendrá coherencia
con la pregunta planteada.
Si el jugador cumple estos requisitos, podrá pasar a la
siguiente casilla para realizar la medida
de los beneficios y los costes, que dependerá de la perspectiva. La información puede tomarse
prospectivamente a través de ensayos clínicos o restrospectivamente a través de
datos de literatura, opinión de expertos y otros. Lo más frecuente es utilizar
ambos, y su calidad determinara la calidad de la evaluación económica. Al medir beneficios, si se carece de datos, se puede recurrir a modelos basados en
suposiciones. Las unidades de medida pueden ser en términos monetarios, en
unidades clínicas habituales o en indicadores que midan el estado de salud como
puede ser los años de vida ajustados por calidad. Al medir los costes hay que diferenciar tres tipos: costes directos: derivan de los
servicios médicos y se clasifican en “médicos” y “no médicos”; costes intangibles: miden
aproximadamente el coste del dolor o del sufrimiento; costes indirectos: se trata de los cambios en la capacidad
productiva del individuo.
Una vez terminado este paso, el participante ya sabrá la
casilla a la que deberá dirigirse, según el tipo de análisis farmacoeconómico que le corresponda:
- Coste-beneficio: los costes del tratamiento y los resultados se expresan en unidades monetarias.
- Coste-efectividad: el más utilizado. Los beneficios se miden en unidades de morbilidad y mortalidad, debiendo ser las mismas unidades para las opciones de tratamiento comparadas, los cuales tendrán que ser similares.
- Coste-utilidad. La medida de los beneficios se realiza mediante escalas que deben estar validadas, ser reproducible y específicas. Estas escalas miden la salud asociada a la calidad de vida.
- Minimización de costes: se utiliza cuando la efectividad clínica de las distintas terapias es idéntica. De esta forma basta con comparar los costes de cada una de las alternativas y elegir la de menor coste.
La siguiente actividad consiste en realizar el análisis de los resultados. Lo ideal
sería medir los resultados (prevención de muerte...) pero muchas veces no es
posible, por lo que se miden variables intermedias que den una aproximación del
resultado final. Los resultados se deben expresar en términos de incrementos,
utilizando el cociente del incremento de los costes dividido por el incremento
de la efectividad (Ej.: C2-C1 / E2-E1).
En este momento no hay que olvidar incluir los efectos adversos que puedan
influir en los resultados.
En el caso de querer aspirar al bonus, se deberá incluir un
apartado con las limitaciones,
suposiciones y posibles sesgos. Es muy útil el análisis de sensibilidad
que valora la solidez de las conclusiones del estudio cuando se modifica el
valor de las variables cuyo valor se ha asumido previamente. Es decir se analizan todos los posibles resultados del estudio considerando todos los posibles valores que pueden tomar estas variables.
Para ganar la partida se tienen que extraer las conclusiones, las cuales deberán tener
validez interna y externa.
Ahora hablemos en serio porque, realmente, esto no es un
juego. Un alto porcentaje del presupuesto sanitario del Sistema Nacional de
Salud se gasta en medicamentos. Por lo tanto es lógico pensar en la necesidad
de llevar a la práctica real la correcta realización de estos estudios. Hay que
conocer bien los medicamentos: el coste-efectividad, el impacto presupuestario... Debería utilzarse de manera sistemática, siempre que sea posible, la evidencia científica a la hora de introducir y retirar fármacos,
ya que éstos se financian con dinero público.
Bibliografía:
Sacristán JA, Soto J, Reviriego J, Galende I. Farmacoeconomía:
el cálculo de la eficiencia. En: Dilla T, Sacristán JA. Evaluación Económica de
Intervenciones Sanitarias. Doyma: Barcelona. 2006, p.p. 43-49.
¡Cuánto tiempo que no leía la palabra "fullería"! Me ha encantado traerla de la infancia al presente...Gracias por este recordatorio completo de los procesos de evaluación económica de medicamentos en nuestro país.
ReplyDeleteSaludos.
Hola Laura.
ReplyDeleteVeo que atendiste muy bien a las clases de evaluación de tecnologías sanitarias. Quisiera hacerte una pregunta, como profesional sanitario, ¿qué opinión tenéis sobre la evaluación de tecnologías sanitarias?.
Gracias
Antonio Olry de Labry
¡Buen post Laura! Sólo aclarar que no todos los estudios de evaluación económica tienen baja calidad o poco rigor metodológico. En mi opinión, en España se realizan muy buenas evaluaciones económicas, siguiendo con rigor cada una de las "casillas del juego", el problema es que parece que siempre topamos con la temible "vuelva a la casilla de salida" que nos impide avanzar en el juego. Cómo bien dices en España tenemos legislación, buena capacidad técnica pero desgraciadamente, poca voluntad política para incluir de manera sistemática los criterios de coste efectividad para la financiación de fármacos.
ReplyDeleteUn abrazo!